miércoles, 13 de junio de 2007

DESAPARECIDA


Desaparecida, próximo proyecto de intervención (octubre año 007)


Día 51

Al amanecer
la miseria acariciaba el hambre de mi el estómago con amor
colocando sus manos como brazas.

Entonces supe que tu hijo estaba vivo y se guardaba entre mis intestinos, protegiéndose de mi llanto y de mi rabia.
Tu hijo,
el mismo que entró en mí con violencia,
buscando el refugio desesperado para caer sobre la noche y sobrevivir.

Ahora quema cada parte de mi cuerpo y roba mi comida en el encierro.
Encerrados el y yo, tan juntos sin poder desaparecer.
Tan juntos como inútiles siendo la misma carne.

Y aquí, en este otro lugar oscuro, en este vientre, tu hijo, tan maldito como tu, me pide amor entre estas carnes.

Y tan dentro de mi como tu, mueve su cuerpo golpeando con violencia.
Y yo, tan perdida, tan olvidada, tan sola
me condeno maldiciendo lo único sagrado que tengo en esta celda.

Tu hijo, que no es mas mío, porque me niego a amarlo, sabe que trataré de matarlo esta noche y la noche siguiente hasta conseguirlo.

Cuando despierte por la mañana y no haya podido deshacerlo
sabrá que trataré de castigarlo cayendo tantas veces al suelo en el que me tuviste maldiciendo en voz baja
con un cuerpo resignado que no era más que un bulto tendido.

Caeré tantas veces que mis piernas quedarán rotas al igual que mi vientre
para que él pueda salir a estrecharse con la muerte
para que pueda bajar entre mis piernas como un llanto de sangre
y se aleje de mí para que también la muerte me abrase
para que este cuerpo que no es más un cuerpo
sino una ruma de carne golpeada y torturada, termine y con él:
el canto, el grito, el ruido de nuestros pasos clavados en las paredes como excremento.

Que termine el canto del cuerpo quebrado
inútil ya en su intento de transformase en la fe desaparecida.


Tu hijo traerá la muerte para los dos
y cuando se aleje de mi y la muerte lo acune en su brazo
conseguirá el amor de su madre y será sagrado.

Conseguirá mi amor
Y seremos sagrados en la muerte los dos.


Estos textos pertenecen a Lía Podestá, poeta desaparecida en 1981 junto a su esposo el crítico literario Alejandro Durán. Fueron hallados en diferentes papeles, ocultos entre los frágiles muros de su celda en el campo de detención clandestino Moabal 115, en la ciudad de San Eusebio en Síndea, cuando se instauró en el país, el nuevo gobierno democrático. En el CD11 (Centro de Detención 11) todo rastro de su existencia pareciera haber sido borrado. Los escritos hallados son el registro de un intento desesperado por la persistencia de sus pasos en este centro de detención. Señalan los días que estuvo detenida y cuenta de manera introspectiva su agonía por los tortuosos sometimientos físicos y sexuales. El primer escrito corresponde al día 8 de su detención y el último al día 59, en el que parece predecir su final. Hay también escritos que se hallaron ya destruidos e ilegibles, estos, podrían revelar más noticias o detalles de lo que le ocurrió a la poeta o a su marido durante el encierro. La detención y desaparición de artistas durante el régimen dictatorial del país fue implacable, ya que las manifestaciones de estos criticaban duramente la ocupación militar y denunciaban sin ningún tapujo las desapariciones de sus compañeros, amigos y familiares. Tanto Podestá como Duran participaban del Movimiento “Basta ya”. Síndea fue el país con el más alto índice de artistas e intelectuales desaparecidos y exiliados. Lía Podestá, según el testimonio de una eventual compañera de celda, fue ejecutada a los dos meses y medio de su detención en los patios de Cd11 junto a otros detenidos, entre ellos su marido. La misma declara el grave peligro que corrían de ser encontrados estos escritos, sin embargo sus captores nunca supieron de su existencia, y hoy se convierten en su único testimonio. Lía Podestá murió cogiendo la mano de Alejandro Duran, mojando sus pies con la orina de ambos, y quizá intentando una sonrisa por llevarse consigo la ultima mirada de su marido.


viernes, 1 de junio de 2007

miércoles, 30 de mayo de 2007

INTERVENIDA



Gracias a mis amigos los poetas Elizabeth Neira (chile) que intervino la portada de mi libro y lo puso como que más hot y a Héctor Hernandez Montesinos (chile) que reescribió algunas partes de mi libro.


[Quiero que ese poema nazca muerto...]

Quiero que ese poema nazca muerto, Cecilia

Escrito con signos desconocidos en la inmensidad del polvo

Con figuras de animales y flores

Porque eso esto realmente me son las palabras

Ya poco me importa ser poeta

En ese país lleno de seudo dioses ásperos y egoístas

Este poema tiene el mismo nombre de su padre

Por eso debe nacer muerto

Con una corona de cruces en la garganta

Y colgado del cordón umbilical en la entrepiernas del mundo

Y a pesar de ser un cadáver

Pedirá a quien lo lea unos ojos que le den resurrección

Y unas manos que lo bauticen

Con la saliva agria de una lengua muerta

A mí no me perdonarán la traición

Y enviarán una plaga de ratas hacia donde me encuentre

Para que me arrastren nuevamente a vivir con ellas

En su río capital empequeñecido y lleno de mierda

Que es su gran metáfora y traición

Me veré tentado, Cecilia

A continuar con su gran mentira

Y aceptar el vino y los laureles que tienen

Para los que poco les importa

Dejar de creer en ellos

Pero cuando nadie me mire

Meteré mi lima de oro por mi culo

Y escribiré llorando entre bestias y hombres

Con los ojos caídos en la tentación

Por eso quiero

Que este poema nazca muerto

Pasarán los años y no cesará de hablarme

Y se reirá de mí porque yo sabía que acá está la muerte

Lo odiaré por saber como todo sucedería

Y me preguntaré:

¿Cuándo escribí con tanta pena y rabia?

Pero será tarde

Porque naciste de todos modos

Lleno de sangre y semen

De tantos cuerpos que jamás me tocaron

Será tuya mi muerte

Y al final yo latiré dentro de ti

Como un corazón sagrado y herido

Y me odiarás con delirio

Porque todo ángel debe aborrecer a su padre

Borrarás mi nombre

Y sólo dejarás un par de letras mudas

Clavadas en algún libro que leerán

Los que vaguen con sus ciudades a cuestas

Huyendo de la salvación

Fui traicionado por los profetas de mi pesebre

Y ningún ángel me dio alguna luz

Ahora mismo podría recibir la muerte y ser mi propio padre

Pero es por eso

Que quiero, Cecilia, que este poema nazca muerto.




jueves, 24 de mayo de 2007

Fotografía de portada



(de Fotografías Escritas, segundo edición)

íbamos por el concreto quebrado del patio como dentro de un cementerio que tomaba las paredes con moho y guardaba bicicletas oxidadas y viejas como a las estaciones, también portones apolillados por el sol y la tarde, olvidados.

sobre la nave sin nombre, de tres ruedas pequeñas y asientos de metal, conducían las manos más sucias de polvo de juegos por la tarde, de tierra de hormigueros y cuentos sobre silenciosos campanarios.


y como dos extraños descubríamos que nuestra vida era parecida, que nuestra ropa era de la misma tela gastada de los sacones con botones y sonrisas gigantes y que ambos dormíamos escuchando la ruidosa máquina de coser que las transformaba.

éramos extraños hasta que nos tocaban las manos perfumadas en talco de la muchacha adulta y frágil que tenía los ojos iguales a los nuestros.

y pasando nuestro peso sobre viejas latas de café, mangueras agujereadas, el polvo sin barrer de la vieja casona frente a la plaza o sobre alguna hoja seca que crujía su locura y atropello; nos dábamos cuenta que podíamos recorrer el mundo y su pequeño desorden bajo la mirada de la muchacha con olor a leche en el seno y conduciendo nuestra gran nave de metal con pedales y llantas de goma, con olor a oxido y que se habría paso en esa pequeña jungla de cemento, ese patio que le daba color a nuestra edad tan corta como nuestras piernas que no llegaban al suelo y que nos disolvía en una infancia, ahora guardada entre sonidos junto al oxido de nuestra vieja nave.

miércoles, 23 de mayo de 2007

El funeral de la reina




La bestia llevaba sobre el lomo

el cadáver sentado de la reina

que había pedido ser llevada en su trono

durante el cortejo hacia su última morada:

el río seco donde desvestirían su cuerpo helado

para echarlo desnudo y sin gloria

y cubrirlo de piedras

o quizá una gran ciudad.



(extracto de El Funeral de la reina, De Oraciones, canciones y maldiciones de mujeres impuras)

sábado, 19 de mayo de 2007

La primera anunciación. Ajos y Zafiros (junio 2006)

Yo quiero que ese niño nazca muerto, María,

Poco me importa ser el padre de un salvador

O el santo que acompañe tu vientre

Tocado por las manos ásperas

De un dios egoísta.




Él

Pondrá sobre tu hijo una corona de espinas

Y lo llevará hacia la cruz de los traidores

Lo llamarán:

El Rey de los judíos

Pero antes será arrastrado por su Jerusalén

Y envidiado por Juan, el hijo de tu prima Isabel,

A ser llamado El Bautista

Que tampoco nace aún en esta tierra

Y tiene ya un destino miserable




El Tuyo se llamará Jesús

Y le pedirá a un hombre que lo lleve a la gloria

Rogará a un tal Judas que lo entregue a los fariseos.

Él venderá su deshonra

Por un lugar en la mesa de los apóstoles

Para la eternidad




Y en la hora de su muerte

Tu hijo

Partirá hacia los brazos de su padre con dos ladrones,

Tendrá sed

Y morirá diciendo

Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.



María,

¿Quién te perdonará a Ti en la vejez?

¿Quién te dará otro hijo sin una

Muerte o dolor

Que se anuncie en la boca de un ángel perverso?

¿Quién te dará otro hijo que no sea arrebatado

Para el perdón de nuestros sabios pecados?

Por eso, joven esposa, yo quiero que ese niño nazca muerto.



Fotografías Escritas. Noviembre, 2002. Dedo Crítico.

preguntas negligentes

me pregunto si podría caber en una palabra

al igual que mi cintura lo hace entre tus manos

y si es así,

nuevamente pregunto si la nombrarías

cuando tu cuello se alargue entre mis manos

y recibas de mi boca,

tu propia boca

pregunto también si podrías caber en mis palabras

como lo haces en mi sexo

y si podría hallarte en mi

como lo hacen los olores en el cuerpo.

tu sexo cabe en el mío

como tu lengua en mi boca

pero no cabemos los dos en un solo nombre

o en imaginarios

tampoco en las más simples palabras

somos dos animales sin madriguera

en un invierno de cuerpos helados

en el que no caben más preguntas.



Sirena - (1946)

¿cómo será perderse en un tiempo hecho de agua?

jugar a ser sirena vieja,

tan profunda como un abismo que se ahoga

y sólo el tiempo

entonces sólo agua

el paisaje más vacío

hecho de nada

l l e n o d e a g u a

andando como algún tiempo más lento

afectando algas imaginarias

que se conciben como cabellos humanos

ondeándose

al viento, al tiempo y al blanco

rozando ya caído

ese pezón duro

y ennegrecido

formando en contraste los años suyos

los de ella.

su gesto de adios avanza con ese

tiempoagua

ella, con el cuerpo de viento inmenso

que sale de su boca

para soplar su cabello:

algas blancas y largas.


Catedral 1962.

un día te hallé dentro de la catedral de la fotografía.

eras una imagen borrosa que envejecía sobre los bancos de madera. me cubrías con la piel, te tocabas para tocarme y pensabas en mí. otro día eras el polvo de los papeles, que se alejaban de la catedral con el viento, ya no me guardaba dentro tuyo y cubría un sueño sobre los bancos de madera, como tu, mamá, dentro de una fotografía que terminaría por ser un paisaje lento y eterno. al día siguiente estabas lejos, yo era el polvo de los papeles huyendo de la catedral y nos escribía una mujer acurrucándose en los mismos bancos en los que ambas habíamos estado sentadas. después ya no existías yo estaba lejos y esa mujer iba convirtiéndose en el polvo de papel mientras otra, seguía escribiendo desde la catedral, dentro de la fotografía.



la voz de Murata cae de su cuerpo cansado como las hojas cayeron de sus árboles, los que recuerda. la tibieza extingue a ser fantasma, extingue por las palmas de sus manos tan viejas como sagradas que formaron en arcilla mujeres mutiladas y hombres de cartón al agua durmiendo sus cuerpos en el híbrido de estaciones donde envejecer y tomando la forma de elefante del árbol caído. Murata ha cerrado ya los ojos. su reino en solo queda heredado también a la muerte y su inmortalidad es un mito que se destierra a una arcilla sin forma o a un tiempo que ya no le pertenece, en el que sus hombres y mujeres cantan como a la muerte de un dios y desde el encierro que Murata no era inmortal.