Desaparecida, próximo proyecto de intervención (octubre año 007)
Día 51
la miseria acariciaba el hambre de mi el estómago con amor
colocando sus manos como brazas.
Entonces supe que tu hijo estaba vivo y se guardaba entre mis intestinos, protegiéndose de mi llanto y de mi rabia.
Tu hijo,
el mismo que entró en mí con violencia,
buscando el refugio desesperado para caer sobre la noche y sobrevivir.
Ahora quema cada parte de mi cuerpo y roba mi comida en el encierro.
Encerrados el y yo, tan juntos sin poder desaparecer.
Tan juntos como inútiles siendo la misma carne.
Y aquí, en este otro lugar oscuro, en este vientre, tu hijo, tan maldito como tu, me pide amor entre estas carnes.
Y tan dentro de mi como tu, mueve su cuerpo golpeando con violencia.
Y yo, tan perdida, tan olvidada, tan sola
me condeno maldiciendo lo único sagrado que tengo en esta celda.
Tu hijo, que no es mas mío, porque me niego a amarlo, sabe que trataré de matarlo esta noche y la noche siguiente hasta conseguirlo.
Cuando despierte por la mañana y no haya podido deshacerlo
sabrá que trataré de castigarlo cayendo tantas veces al suelo en el que me tuviste maldiciendo en voz baja
con un cuerpo resignado que no era más que un bulto tendido.
Caeré tantas veces que mis piernas quedarán rotas al igual que mi vientre
para que él pueda salir a estrecharse con la muerte
para que pueda bajar entre mis piernas como un llanto de sangre
y se aleje de mí para que también la muerte me abrase
para que este cuerpo que no es más un cuerpo
sino una ruma de carne golpeada y torturada, termine y con él:
el canto, el grito, el ruido de nuestros pasos clavados en las paredes como excremento.
Que termine el canto del cuerpo quebrado
inútil ya en su intento de transformase en la fe desaparecida.
Tu hijo traerá la muerte para los dos
y cuando se aleje de mi y la muerte lo acune en su brazo
conseguirá el amor de su madre y será sagrado.
Conseguirá mi amor
Y seremos sagrados en la muerte los dos.